“Retrospectiva de Sergio Curto. Un pintor naturalista.”


Había nacido en Italia. Luego la decisión de viajar a América “paterna y para mí el trauma consecuente del brusco desarraigo para los verdes años”. Su recuerdo encuentra fácilmente los grandes salones y las paredes con los “solemnes” cuadros de Sommavilla. Es la década del treinta y copia estas telas del maestro. Aprendió el oficio. Con otro italiano, Enzo Kabregú y agrega, “Sin método no hay nada sólido”. Con Domingo Giaudrone prosiguió más seriamente y constantemente sus estudios. Le pedimos un juicio sobre el arte pictórico. “Si tuviese que formar un juicio y concreto sobre las artes visuales, diría en primer lugar que ese juicio moriría al ser formulado, y precisamente por la misma intangible sustancia del gusto artístico... Es el Arte, visual, por excelencia. De lo que si se puede hablares de oficio o técnica”. Parecería que toda industria del hombre cuando es hecha con amor engendra placer de producir, y buen producido; consecuencia: todo quehacer humano tomaría la cualidad de arte”. Sergio Curto es un naturalista nato.
Un artista que en la visión objetiva de las cosas que le rodean lleva implícito todo el sentido del color. Pero no supone que este sea dado de primera mano siempre. Muchas veces gusta Curto de ese que él llama “juego”, en el que las líneas y la composición conforman, con el claroscuro, la vivencia misma de lo más simple o lo más difícil de solucionar. Es por ello que, sin complicaciones, el pintor radica su influencia en la vitalidad del oficio.
En la seductora sensación ante la belleza, sea ésta fija en la naturaleza muerta, en el paisaje, o en la figura desnuda.
Poco se ha realizado el “desnudo” en nuestro país desde mucho tiempo. Curto remonta esta faceta del arte pictórico con un centro dibujistico sin fallas. De acuerdo a las exigencias de las formas y al itinerario de los detalles, sin que tales molesten la firme decisión de realizarse en su propia personalidad.
En pintura, arte visual por excelencia, considera inevitablemente personal toda asimilación de orden estético, y siempre condicionada a una estructura sensorial y cultural en cualquiera de sus estados sensual, emocional, o intelectual.
¿Y el artista? Es uno más de los seres humanos con su potencial de visiones, dotado de cierto grado de capacidad para expresarse. Su individualismo da siempre impulso a su libertad de expresión. Podemos considerar los cambios sociales del medio, su continuo enriquecimiento cultural. Por lo mismo, hablemos de matices en la interpretación de nuestro mundo material y sensible. Matices que determinan concepciones formales o abstractas, con toda su gama intermedia de expresiones, en las que nunca es su definición absoluta, pues se nutren de elementos entre sí. “Pueden ser las termas extremistas más nunca antagónicas’’.

Todo este problema ingerido por los pensamientos deja de existir ante la belleza objetiva de los cuadros de Curto. Porque si bien poseen parte de tales afirmaciones, que son siempre el ideal de todo artista, en este caso, pintura, la verdad que se supone está ante nuestros ojos, prevalece con intensa realidad. Y el pintor la toma en el momento, a veces inconciente de aplicar todo ese esmerado don de ideas que atesora su cerebro, y que la mano difícilmente obedece en todo su potencial. Esto pasa, creemos, en todo arte. Los que van directamente a lo abstracto tantean en las líneas y en las manchas las cortinas de color que se funden ante la realidad de lo ideado.
Siempre la naturaleza del hombre es el principio de las cosas. Que luego se desenvolverán en la severa disciplina del caso Curto, o en la dócil y sensible, poética y fina que en alguna tela podemos admirar. O de lo contrario, en la lógica consecuencia de un estudio (desnudo por ejemplo), que delata la pose. Y no es ello lo indicado como idealista para patentizar el valor sustancial del cuadro. Sino sus valores reales, los que percibe el pintor a través del color que ve y que interpreta. Por ello, cada pintor posee su manera, su estilo. Curto posee el suyo, y se diversifica a través de otras tantas formas de expresarse. Su técnica es segura, fértil, y modulada en el color. Su empaste, cuando lo crea, es sólido y acorde con los muros que pinta.
La figura promueve la fuerte fijeza de un criterio que cubre el trabajo con la insistencia de la continuidad en el estudio.
Cada pieza de Curto es un estudio consecuencia de los contrastes, de los matices, todo aplicado con la técnica prevista a tales modelos.
No le es adverso ninguno de sus secretos del oficio.
Suele trabajar con fondos para retornarlos y medir las secuencias de la luz, mediante aplicaciones de consistentes manchas, que ofrecen el revestimiento, la gruesa capa de los años que enriquecen con soltura la mano siempre atenta del pintor. Una exposición que se lleva a cabo en la Galería Contemporánea, y que en ella puede observarse todo el caudal de valores que la pintura de Sergio Curto deja impreso en sus telas.”

Eduardo VERNAZZA,
Suplemento Dominical de Diario“El Día”, 1986

“...A Curto es evidente que el figurativismo se le coló hasta los huesos por el lado de la sensualidad de las formas y la alegría del color. Ambos conceptos resultan muy claros en la muchacha que se asea morosa mente dentro de un baño de cobre, donde se conjugan varias de las cualidades que hacen de Curto un pintor de éxito. La gracia del cuerpo femenino, la suavidad redondeada de una piel que revela turgencias que enmarcan en el brillo de un metal particularmente cálido y sugerente que motiva fecundas asociaciones de ideas por sí mismo. Pero esa sensualidad y esa alegría del color también aparecen en una naturaleza muerta donde se muestran unas cebollas que traslucen la acumulación de delgadas películas como una mujer que se fuera desvistiendo. Y la alegría, por más que un ojo atento registre nostalgias y sectores de la ciudad que sobreviven en medio de la renovación casi siempre no feliz, también aparece en sus escenas de calles del Barrio Sur, de Colonia, de la Boca porteña. Es que para Curto el terna siempre es un pretexto para volcar una idea plástica en donde se percibe fácilmente el gozo que le proporciona la creación y que en su caso resuelva por el lado de la representación de formas y colores que le resultan particularmente provocativos.”

Diario “El País”, agosto de 1987.